Infancia, dominio perpetuo de sueños inaccesibles y castas creencias.
Sublime encanto, delicado como el rocio en las hojas de frondosas arboledas, y, hechizo cautivador emergido de una emocion mas virtuosa que el fulgor de los luceros.
Niñez, paraje inaudito en el que
todo sujeto racional codiciaria sostenerse, y, suntuoso intervalo de apego y percepcion.
Orbe donde la codicia, la vileza y la desazon; eran ignoradas.
Puericia; jurisdiccion en que el gracil plomizo adquirio matices rosados, alla donde ambicionase examinar...
Pues aquel eden de recreo y divertimento, eran preferentes ante la indiferencia.
Lucía:- Regresa a mi grata y serena dama; Reanuda y demora las agujas del metronomo... Indicame, ¿Donde quedo aquella exquisita virtud?- Articule al son que inspecionaba una efigie esculpida en un remoto impreso.
Bienaventuranza fulguraba en mi visaje, y, la cual; es actualmente rociada por sollozos, que ambicionan restituir las venturosas memorias del pasado.