Mire aquella radiante luz, un sol imponente resplandecia sobre mi cuerpo y la cual, aun creia hacerme palpar sobre mi piel la cegadora oscuridad, que por meses tiño de negro mis ojos.
Cegada, entre cortes, sangre y cuchillas, observaba, lo que en un futuro serian huellas de maldad.
Fueran brazos o piernas, aquellas quedaron en una u otra ocasion selladas por metal cortante que supuso un alivio del dolor, amargamente temporal.
Meses retenida y hostigada. Las sombras no cedian ante el tiempo, pues las cicatrices ya curadas cobraron vida, para marchitar mi palida apariencia y continuar la historia, narrada por mis propios demonios.
Acorralada entre la densa vegetacion, fluian encontradas emociones e infernales voces que por vez que pronunciaban mi nombre, desataban en mi la caotica furia del infierno.